miércoles, 1 de octubre de 2008

Valdearnedo - Burgos


Creo que me falta poco para llegar. Pero ya me voy imaginando la dureza de la vida en este pueblo fantasma. En el último nucleo habitado que he pasado -Arconada- he cogido una pista sin asfaltar, relativamente acondicionada -siempre relativamente, ya que estos caminos se erosionan con bastante facilidad dependiendo de las condiciones climatológicas-, que me conducirá después de unos 4 Km. a Valdearnedo. Aunque el camino discurre a la vera del río, parece autenticamente un paisaje lunar. Cerros desnudos de cualquier tipo de vegetación, da la impresión de entrar en una zona árida y seca.
Por fin he llegado. El silencio lo ocupa todo. La compañía de mi Spaniel logra disimular un poco la intranquilidad que da el estar en estos lugares llenos de un silencio que grita de pena. Todavía podemos encontrar casas muy enteras, esperando a sus dueños. Establos perfectamente conservados, puertas y ventanas en pie, vestigios de los últimos pobladores que marcharon allá por la década de los 80. Vemos dinteles robados, seguramente grabados con algún escudo. Como casi siempre, en Valdearnedo la falta de luz y agua corriente, hicieron mella poco a poco hasta su total abandono. Las veinte familias aproximadas que exisistían vivendo del ganado y de un fértil cauce donde recogían truchas, barbos y anguilas, fue despareciendo, dejando el lugar desolado y a merced del tiempo.

En la parte alta del pueblo se alza la iglesia. De origen románico, es una de las construcciones que peor se consevarn de todas. Reforzada por dentro por unos contrafuertes que aguantan las paredes abombadas hacia fuera por el peso de la bóveda, el resto podemos decir que está en un estado de conservación penoso. Expoliada, lo poco que atisbamos se encuentra en el suelo -trozos de altar-, o profanado -como tumbas abiertas. Afortunadamente, la pila bautismal se guarda a buen recaudo en el monasterio de las clarisas de Castil de Lences. Ni las zonas más alejadas se salvan de la gente inhumana.
Creo que ya es hora de que vuelva a haber silencio en este lugar. Creo que las visitas la gustan a medias. Creo que Valdearnedo ya se ha hecho a su soledad. Creo que sus casas quieren desaparecer en el anonimato de para siempre. Creo que el pueblo me vigila mientras vuelvo sobre mis pasos al coche. Creo que ya es hora de abandonar el lugar. Hasta siempre Valdearnedo...




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